[Privado - Zachary] ¿Nani Nomu?

La última vez que lo había visto fue durante su estancia en Japón y si bien habían pasado algunos días juntos, recorriendo aquel país y muchas de sus ciudades, aún lo ponía nervioso la idea de volver a encontrarse con aquel chico. Su compañía era agradable quizás incluso más que la de la mayoría, tomando en cuenta lo quisquilloso que Nicolae podía ser en cuanto a las relaciones interpersonales, pues el Re'em era extraño y quizás en exceso curioso respecto a todos quienes lo rodeaban, por lo que las constantes preguntas eran ya parte de su forma de ser.
El lugar acordado era el acuario de Volgogrado, un lugar hermoso y vacío en aquella época del año debido a las enormes nevadas que cubrían por completo Rusia aunque la gente solía olvidar que al igual que las bibliotecas, el acuario pertenecía al municipio y por ende contaba con un sistema de calefacción que hacía olvidar por completo los grados bajo cero del exterior.

Había llegado ya hacía unos 15 minutos y aprovechó para recorrer parte del lugar, notando lo vacío que estaba debido a la estación. ¿Es que acaso nadie visitaba los acuarios en invierno? Era incluso mucho mejor para Nicolae pues mientras menos gente presente, mas amena sería esa cita ¿Cita?... Se abofeteó a si mismo, llamándose "Chico estúpido" para luego frotar su mejilla enrojecida por el golpe que se había propinado.
Ojalá que todos los lugares estuvieran así de vacíos... ¡¿Me oyeron Rusos escandalosos?!
Nicolae era todo un caso, lo sabía y la gente que no, al menos se lo imaginaba al ver ese tipo de conductas en él. No era un maniático o algo similar, sólo un muchacho demasiado cargado de animo y con algunas manías como todos, las cuales muchas veces se exacerbaban a causa de lo extraños que decía solían ser los habitantes de aquel helado país que nada tenía que ver con su Rumania natal.

En el fondo de su corazón dudó por unos momentos en ir a aquel encuentro con ese chico que había conocido durante su primer viaje al país del sol naciente. No era que este no le simpatizara, ni menos que no tuviese recuerdos de aquellos días tan agradables a su lado, sino que él, Zach, no era una persona que se aferrase a otras, simplemente se dejaba ir con el viento y guardaba las nuevas experiencias en su bitácora de viaje llena de fotografías y bocetos con apremiado valor sentimental. Para él la vida se basaba en cerrar los libros antiguos, dar “vuelta la página” como se decía vulgarmente, y detener el dolor de la partida como un impulso para proseguir su camino, pero, aquel muchacho de rasgos orientales como los suyos parecía ser alguien especial, una persona fuera de lo común, alguien similar a él.

¿Similar? Compartían muchas cosas, una de esas era la sencillez con la que ambos afrontaban el cambio, la emigración, la modificación de los paisajes, además de la valoración que le otorgaban a la naturaleza, que al fin y al cabo era lo único propio de la Creación.
¿Cuánto más debía pensarlo? En su móvil seguía pendiente aquel número “1” en Kakao, sin saber todavía que responder a dicha invitación. Meditó durante unos minutos más, mientras su cabeza yacía apoyada sobre la almohada color azul de su cama, alcanzado con su diestra el celular, para así tipear una respuesta a aquel mensaje.




Luego de haber enviado dicho mensaje, se arrepintió casi de inmediato debido al toque “sentimental” que este había puesto a la hora de redactarlo. Mordió sus labios en lo que esperaba nueva respuesta de parte del chico extranjero, obteniendo esta momentos más tarde. ¿El acuario de Volgogrado? Conocía aquella ciudad, por lo que no tenía problemas en ir hasta ese lugar ya que sólo demoraría dos cuartos de hora en llegar, el punto era la hora de aquel encuentro. Tenía, por tanto, sólo dos horas para estar listo y encontrarse con este allí.
Rápidamente buscó un atuendo apropiado para la ocasión, escogiendo una chaqueta de pluma de color negro, un sweater blanco invierno con cuello de tortuga además de zapatos negros y otros accesorios. Se dio un rápido baño para después vestirse, peinar su cabello y corregir con algo de maquillaje una que otra imperfección, sin olvidar su perfume al final. Cogió su cámara polaroid, sus llaves, su móvil y audífonos además de dinero, y salió de su hogar para irse camino a Volgogrado.


Casi cuarenta y cinco minutos más tarde se encontró frente a la entrada de aquel lugar, extrañado de que el mayor no le hubiese mensajeado preguntándole acerca de donde él se encontraba. Sacó su móvil para textear que se encontraba ingresando al acuario, cuando alzó la vista y vio a su ex compañero de aventuras apoyado cerca de uno de los ventanales azules, notando casi de inmediato el cambio de temperatura al interior del recinto.


Liberó un suspiro antes de caminar hacia él, sonriendo con suavidad aunque claro, dejando entrever aquellos brackets blancos que debía llevar, alzando una de sus manos a modo de saludo.

—¡Nicolae! —Le llamó con la voz un poco alzada y ya estando a escasos metros de él. La imagen que tenía de aquel chico había sido modificada ligeramente debido al paso del tiempo, y debía admitir que el muchacho de dieciséis que había conocido se había convertido en un hombre sumamente atractivo.

—Perdóname la tardanza, el tren se demoró en llegar a la estación, de veras lo siento…—Fue lo primero que se le ocurrió decir, llevando su diestra a sus cabellos oscuros para peinar estos, acto que hacía de manera inconsciente debido al nerviosismo. Sonrió de nueva cuenta, para así observar al mayor directamente. — ¿Cómo has estado?

-No parecía que hubiera transcurrido tanto tiempo, sin embargo supo que así era cuando vio a aquel muchacho saludarlo a la distancia. Aún podía recordar sus brackets y aquella sonrisa, pero ahora era mucho más alto y lucía como un adulto o al menos mucho mayor en comparación a aquel niño que había conocido años atrás en japón y que su tiempo dedicaba a los retratos. Era inconfundible aquella sonrisa, ahora tenía certeza plena que se trataba de él y en forma casi inmediata una sonrisa se plasmó en sus labios, acusando lo grato que le parecía aquel encuentro entre ambos pese a que Nicolae no sabía cuanto tiempo pasaría en aquel frío país tan diferente al suyo y en el cual aún no lograba adaptarse del todo.
Alzó su diestra entonces agitando esta antes de acercarse hasta Zach, pues así era como lo llamaba y esperaba que aquella confianza que llegaron a tener años atrás, no se hubiera disuelto del todo, al menos no en la práctica y que aquella reunión pudiera ser un momento ameno.
Nicolae no era alguien de crear muchos lazos, pero por algún motivo le gustaba compartir algunos intereses como este era el caso. Su modo de vida era nómade desde temprana edad y nunca lograba quedarse lo suficiente en un lugar como para llegar a crear vínculos con las personas, pero este caso era particularmente similar al suyo y es que no todo el tiempo se tiene la oportunidad de conocer a alguien casi con los mismos tópicos de vida-.
Zach! ¿Eres tú? Woah... Estás enorme!

-Al acercarse hasta el contrario extendió su diestra hacia él, en un saludo claramente mucho más informal que el que acostumbraban los chicos como ellos, con aquellas repetitivas venias que llegaban a convertirse en una costumbre obligada y que no hacían más que poner distancia entre dos personas de edades similares. El lugar estaba vacío y sólo ambos en su interior además de algunos empleados, sumado a una tarde completa como panorama en el que tenía pensado recorrer las dependencias del acuario en compañía y conversación de aquel chico-.
Espero que hayas traído tu cámara, pues dicen que el acuario de Volgogrado además de tener tener una enorme variedad de peces, tiene las estancias más hermosas de todas. Estoy seguro que alguna buena foto harás, claro si es que aún conservas ese talento tan especial y sensitivo... ¿Aún no te has convertido en un fotógrafo?
-Lazó la pregunta mientras indicaba a Zach que tomaran el corredor en que se encontraban directo hasta la primera estancia, en donde se encontraban las tortugas marinas, caballos y dragones de mar. Se decía que aquella estancia en particular tenía un color azul profundo, hecho especialmente para sus habitantes, pero que al mismo tiempo reflejaba una enorme calma a los visitantes, quienes contemplaban en la oscuridad el ir y venir de las diferentes especies-.
6 años ¿No es así? Has crecido mucho, casi no te reconozco... Claro, sigues teniendo la misma sonrisa. Cuando vine a Moscú creí verte en un parque aunque no pude darte alcance, montabas en bicicleta y entonces quedé con la inquietud de saber que había sido de ti.

No podía expresar con claridad lo que sentía en aquel instante, ya que multitud de ideas y palabras se agolpaban en su mente y no sabía bien a cuál de las interrogantes o exclamaciones del mayor debía responder primero. Sus recuerdos del mayor estaban conectados a una especial época de madurez en él mismo, siendo su viaje a Japón la primera experiencia lejana del cariño y amor de parte de sus generosos pero esforzados padres; tenía en su mente sonrisas varias, fotografías tomadas, especialmente de la infraestructura de la ciudad de Fukuoka, lugar en el cuál se hospedó cinco días y que pudo recorrer junto al contrario. Aquellas memorias seguían presentes para Zachary, y pareciera como si hubiese sido ayer, a pesar de que habían transcurrido ya seis años.
Sonrió suavemente ante las palabras del foráneo y estiró su brazo hacia él, queriendo tomar la mano de este en un saludo afectuoso, sin dejar de verle.

— La verdad es que tú también has crecido bastante, Nicolae…ya estás todo un hombre, diferente al chico al que conocí en Tokyo. —Luego de oír las palabras del mayor, sacó del bolsillo de su chaqueta su cámara polaroid y se la enseñó al foráneo, riendo suavemente.

—Traje esta, es una polaroid, supongo que las conoces, ¿no? —Rodó sus orbes oscuras hacia una de las paredes de vidrio azules, apreciando como ciertos peces de colores vistosos iban de un lado al otro, llevando su cámara hacia arriba para tomar una fotografía. — Sabes que mi verdadero amor es el dibujo…y que el realizar bocetos es lo que le da sentido a mi existencia. ¿Por qué debería volver fotógrafo? No anhelo vivir de eso.

Escuchó con atención las palabras del más alto en lo que ambos caminaban en torno a aquel pasillo en tonos azules profundos, concentrado en observar los llamativos colores de aquellos habitantes del fondo marino. Observó de reojo a su compañero, intentando hacer memoria sobre aquel suceso citado por este en Moscú. Efectivamente él había estado andando en bicicleta hace un par de semanas, por lo que era muy probable que el mayor le hubiese visto con anterioridad.

—¿Aún conservabas mi correo electrónico? Vaya, es sorprendente, Nicolae. Yo tenía el tuyo guardado desde aquella época…¿recuerdas cuando fuimos a Fukuoka? Fue una experiencia fascinante, mis mejores recuerdos son de aquel lugar, ¿y qué hay de los tuyos?

-Estrechó la manó del menor algunos instantes, mientras su mirada a momentos se desviaba hasta aquel enorme acuario lleno de peces. Parecía seguir siendo aquel mismo chico de años atrás, pero en el fondo sabía que seis años era mucho tiempo y siempre hay cosas que cambian a las personas, no muchas veces en forma visible pero si en el interior, en donde se encuentran las emociones y todo lo que realmente cuenta . Atendió con mucho cuidado a cada palabra del menor, pensando aún más en el tiempo transcurrido y en los cambios que había sufrido durante aquellos años, que al final no eran demasiados. Su saludo continuaba siendo cálido y amable, al igual que él y entonces dieron pie a iniciar el recorrido por el sitio... Aquel acuario no era un lugar que conociera, pero realmente había escuchado bastante hablar de el ya que era considerado una especie de atractivo local, algo imposible de no visitar y tomando en cuenta lo vacío que se encontraba en esa época, resultaba ser perfecto para una calmada y tranquila visita, completamente libre de indeseados personajes-.

Me agrada tu cámara y por lo que veo sigues pensando del mismo modo... ¿Sabes? No mucha gente mantiene sus ideales intactos por mucho tiempo, eso habla bien de ti, como un chico con las cosas claras.
-Explicó al menor mientras analizaba sus palabras, pues eran bastante ciertas y es que quien bien amaba algo, jamás estaba dispuesto a dejarlo pese a que en un inicio cuando lo conoció, pensó que se trataba de alguna especie de sueño juvenil o algo similar-.

Tú sabes, ¿No? Mhh un ilustrador no es tan requerido como un buen fotógrafo. Hoy en día la mayoría de las editoriales ya no trabajan con dibujantes, si no con computadoras y diseñadores, pudiendo ser quizás la salida más sencilla para ti mhh pero te has empeñado en querer continuar con aquello de los bocetos. En verdad no has cambiado mucho, sigues siendo una persona increíble.
-Tras continuar escuchando al menor, pudo corroborar de que lo había visto y se trataba de él. Era imposible que su memoria le fallara y aunque fueron sólo unos instantes y a la distancia, se alegraba de haberlo contactado y de que este hubiera respondido-.
Claro que aún lo tengo, la verdad es que siempre tuve la intuición de que acabaríamos topando nuevamente en algún sitio. No tengo amigos ya sabes con eso de ir y venir, por lo que desde Fukuoka te he considerado lo más cercano a un amigo que he tenido... Quizás algún día podríamos repetir aquel viaje, eso estaría bien y aunque no fuera exactamente a aquel lugar, él sólo hecho de viajar en compañía es una experiencia tan diferente a la de tomar tu mochila e ir solo por ahí.
-Se fijaba en cada gesto de aquel chico, en como tomaba la cámara y los ángulos que pretendía plasmar. Tal parecía lo hacía mucho mejor que antes y esperaba que aquella visita al acuario sirviera para que tomar algunas fotos interesantes o al menos mucho mejor de las que cargaba el mayor en aquellos momentos, sacando desde uno de sus bolsillos una "pequeña sorpresa" para enseñar al menor-.
¿Recuerdas esto? Mhhh hahaha definitivamente los japoneses no saben tomar fotografías... Nunca te pude dar una, era una especie de recuerdo. -Pronunció mientras enseñaba al menor con su diestra, dos fotografías tomadas en fukuoka y entregaba estas para que las tuviera. Una era en el castillo de fukuoka y la otra en una de sus playas, pero ambas con aquel distintivo habito de los locales, al cortar las cabezas de las personas que pedían les tomasen fotografías-.