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Rusia, Moscú~ Año 2014. Desde la antigüedad los humanos han convivido con seres sobrenaturales, sin saber de la existencia de estos. Dichos seres han sido llamados desde antaño como "Otros" (Иные). Entre estos mismos existen enormes diferencias, que parecen acentuarse aún más con el paso de los siglos, separándose en variadas razas que poco a poco algunos hombres iluminados pudieron comenzar a identificar, dejando testimonio de esto en antiguos manuscritos. Los llamados otros mantuvieron durante centurias una tregua, con la cual prometían jamás mostrarse ante un humano en su forma real, y aunque siempre hubieron ocasiones en que un otro rompía la tregua por motivos de fuerza mayor~ Hoy en día muchos han decidido romper la tregua en beneficio propio, poniendo en peligro a toda su raza y abriendo los ojos de la humanidad. Este es el juego de las apariencias y muchas veces engañan ¿Serás capaz de confiar?.
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Abierto — ¿Una partidita?
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Abierto — ¿Una partidita?
Brett tenía aficiones bastante normales, como cualquier chico de su edad que hubiera pasado los últimos años durmiendo la mona bajo tierra, en una cueva perdida por el bosque. Sí, de acuerdo, no se podía decir que salir a emborracharse o a ligar fuera algo que le gustase hacer por las noches luego del trabajo y los fines de semana, o siquiera esperar al fin de semana, se veía declinando las ofertas que sus compañeros de carrera le hacían cada vez que le pillaban con la guardia baja y un libro entre las manos, intentando pasar los apuntes del día anterior. Su vida no podía ser más patética, desde luego, pero a Khóram le gustaba pasar tiempo en el parque, haciéndose de conocimiento y escuchando como un nieto hace con su abuelo las batallitas que algunos ancianos le contaban sólo porque él lo había pedido.
Empaparse de información era un hobbie tan bueno como otro cualquiera y más si esa tarde había comido como si hubiera estado meses sin probar bocado. Lo que técnicamente y visto desde un punto más objetivo no dejaba de ser cierto, había estado años metido en una roca mohosa y algo húmeda así que cualquier oportunidad para zamparse un buen plato de sustanciosa comida era más que buena y bienvenida. Y si te estaban invitando uno no podía ser grosero y decir que no, ¿verdad? Pues eso.
La tarde había avanzado lenta pero en constante movimiento, habiéndose cambiado por unos ajustado tejanos, deportivas y un par de sudaderas lo bastante gordas como para asar a un pavo, Khóram salió del trabajo dispuesto a pasar su tarde libre en una pequeña plaza que había más o menos por el centro, perdida entre callejuelas pero contradictoriamente bastante asequible para cualquiera con un buen sentido de la orientación. Un maletín debajo del brazo y la mochila de deporte en donde guardaba el uniforme que esa noche debía lavar porque su jefe era tan absolutamente tacaño como para no dejarles la lavadora que había en la trastienda. Así que a Brett no le quedaba más remedio que llevarse ambas bolsas consigo mientras sus pies le guiaban por las calles de la ciudad.
Si le preguntaban al gurahl éste respondería que el ajedrez era algo bastante divertido y que podía salvarte la vida en al menos cuarenta y dos situaciones diferentes así que ahí estaba, en el centro de la plaza y sentado en uno de los bancos de piedra, mesa delante y tablero en mano. Sus orbes azules miraban concentradas a las piezas que colocaba encima de la madera al tiempo en que el ceño se le fruncía y sus piernas subían al banco hasta sentarse en forma de loto. La tarde avanzaba con tranquilidad y el frío invernal parecía tomarse un respiro porque si bien estaba nevando y sentía los copitos humedecerle el pelo hasta que éste le caía en la frente, no hacía viento y los niños podían jugar sin miedo a congelarse. Él sonrió despacio mientras terminaba de colocar la última pieza en el tablero y, antes de que se hubiera percatado, su voz sonó clara pero invitante. ─ ¿Juegas? ─ Preguntó a la primera persona que pasó por su costado, con aire infantil y travieso, ladeando la cabeza contra uno de sus hombros en su dirección mientras le miraba como un cachorro perdido pero tremendamente divertido.
Empaparse de información era un hobbie tan bueno como otro cualquiera y más si esa tarde había comido como si hubiera estado meses sin probar bocado. Lo que técnicamente y visto desde un punto más objetivo no dejaba de ser cierto, había estado años metido en una roca mohosa y algo húmeda así que cualquier oportunidad para zamparse un buen plato de sustanciosa comida era más que buena y bienvenida. Y si te estaban invitando uno no podía ser grosero y decir que no, ¿verdad? Pues eso.
La tarde había avanzado lenta pero en constante movimiento, habiéndose cambiado por unos ajustado tejanos, deportivas y un par de sudaderas lo bastante gordas como para asar a un pavo, Khóram salió del trabajo dispuesto a pasar su tarde libre en una pequeña plaza que había más o menos por el centro, perdida entre callejuelas pero contradictoriamente bastante asequible para cualquiera con un buen sentido de la orientación. Un maletín debajo del brazo y la mochila de deporte en donde guardaba el uniforme que esa noche debía lavar porque su jefe era tan absolutamente tacaño como para no dejarles la lavadora que había en la trastienda. Así que a Brett no le quedaba más remedio que llevarse ambas bolsas consigo mientras sus pies le guiaban por las calles de la ciudad.
Si le preguntaban al gurahl éste respondería que el ajedrez era algo bastante divertido y que podía salvarte la vida en al menos cuarenta y dos situaciones diferentes así que ahí estaba, en el centro de la plaza y sentado en uno de los bancos de piedra, mesa delante y tablero en mano. Sus orbes azules miraban concentradas a las piezas que colocaba encima de la madera al tiempo en que el ceño se le fruncía y sus piernas subían al banco hasta sentarse en forma de loto. La tarde avanzaba con tranquilidad y el frío invernal parecía tomarse un respiro porque si bien estaba nevando y sentía los copitos humedecerle el pelo hasta que éste le caía en la frente, no hacía viento y los niños podían jugar sin miedo a congelarse. Él sonrió despacio mientras terminaba de colocar la última pieza en el tablero y, antes de que se hubiera percatado, su voz sonó clara pero invitante. ─ ¿Juegas? ─ Preguntó a la primera persona que pasó por su costado, con aire infantil y travieso, ladeando la cabeza contra uno de sus hombros en su dirección mientras le miraba como un cachorro perdido pero tremendamente divertido.
Invitado
IIIIIIIVV
Invitado
Re: Abierto — ¿Una partidita?
Aquel día era tan frío que casi podía sentir como la sensibilidad de su rostro comenzaba a desaparecer por completo, pero aquello no era importante, su mente estaba ocupada en otras cosas. Sentada en un café cerca del parque observaba a un hombre que paseaba con su familia, a la vista de cualquiera podía parecer una persona común y corriente, pero no, el objetivo esta vez era uno de los sicarios más brutales de la ciudad, era la primera vez que la enviaban a observar a una persona de tales características, pero por lo bajo le parecía una oportunidad para aprender más sobre su propio oficio. Una taza de café llegó a su mesa, la llevó a sus labios sin colocarle azúcar o edulcorantes, no tenía tiempo para esa clase de distracciones, toda su atención estaba puesta en ese hombre, pero de alguna manera algo no encajaba, aquel hombre se veía casi demasiado normal.
De vez en cuando bajaba la mirada para que aquel hombre no notara su presencia, no notara que estaba siendo observado, pero no importaba si tenía o no la vista puesta en él, ya había aprendido sus rasgos de memoria, tenía unos ojos de un hermoso marrón, su piel estaba rasgada por el tiempo, unas ojeras se dibujaban en su rostro cansado, sus mejillas estaban cubiertas por pelo, un pelo que ya comenzaba a conocer el blanco del invierno, su nariz era pequeña, se veía algo extraña en ese rostro tan robusto, su cuerpo completo se veía algo ancho, sus manos eran rechonchas y siempre estaban ocupadas, aunque constantemente se rascaba el rostro y comía dulces pequeños, mentas tal vez. Alzó la vista y notó que el hombre tomaba a su pequeño hijo de la mano y comenzaban a caminar, su esposa caminaba unos pasos más atrás hablando por teléfono, parecían una familia demasiado normal, aquel hombre no le parecería un sicario a nadie que lo viera por primera vez de día y con esa sonrisa tan amigable.- Disociación. -Susurró con una leve sonrisa, aquel termino era común mente utilizado entre asesinos para hablar de aquel tipo de hombre, uno que es capaz de separar por completo la vida con su familia de la vida en su trabajo, al punto que incluso sus cuerpos parecen cambiar. En seguida tomó el teléfono celular desechable que su cliente le había comprado y llamó.- El objetivo no puede ser cazado de día, no se puede matar al Doctor Jenkins por algo que hizo Mister Hyde. -Luego de aquello cortó la llamada, dejó el celular sobre la mesa y salió del lugar camino al parque, algo en ese hombre había hecho que Gabrielle decidiera que no iba a matarlo, no ahora, pero quería aprender más del lugar en el que normalmente se desenvolvía.
Cuando llegó al parque simplemente se sentó en una banca observando como aquel hombre jugaba con su hijo, costaba pensar que ese mismo hombre era el culpable de más de 100 muertes. Se quedó allí tranquila hasta que el objetivo se fue, respiró profundamente y echó su cabeza hacia atrás, las ideas parecían pelear en su mente, el caso que había tomado no era como los que conocía, no quería matarlo de día, tampoco quería matarlo de forma lenta, tal vez podía hacerlo mientras estuviera durmiendo, de esa forma aquel hombre nunca sabría lo que pasó, simplemente dejaría de existir. Finalmente se puso de pie y comenzó a caminar, pero cuando estaba por irse escuchó como alguien le hablaba, dirigió su mirada a esa voz y sonrió.- Claro. -Por alguna razón no le parecía una perdida de tiempo sentarse a jugar ajedrez. Tomó asiento frente al desconocido y observó el tablero, tenía las piezas blancas de su lado lo que significaba que debía comenzar la partida, no era la primera vez que jugaba ajedrez con un desconocido, pero estaba acostumbrada a que su oponente fuese un anciano o una anciana, no un joven.- e2 hacia e4. -Dijo al tiempo que movía su primera pieza, un peón blanco, un soldado de la primera línea de batalla. Gabrielle estaba acostumbrada a muchos tipos de primer movimiento, pero siempre le sorprendía si el jugador contra arrestaba a su primer soldado.
De vez en cuando bajaba la mirada para que aquel hombre no notara su presencia, no notara que estaba siendo observado, pero no importaba si tenía o no la vista puesta en él, ya había aprendido sus rasgos de memoria, tenía unos ojos de un hermoso marrón, su piel estaba rasgada por el tiempo, unas ojeras se dibujaban en su rostro cansado, sus mejillas estaban cubiertas por pelo, un pelo que ya comenzaba a conocer el blanco del invierno, su nariz era pequeña, se veía algo extraña en ese rostro tan robusto, su cuerpo completo se veía algo ancho, sus manos eran rechonchas y siempre estaban ocupadas, aunque constantemente se rascaba el rostro y comía dulces pequeños, mentas tal vez. Alzó la vista y notó que el hombre tomaba a su pequeño hijo de la mano y comenzaban a caminar, su esposa caminaba unos pasos más atrás hablando por teléfono, parecían una familia demasiado normal, aquel hombre no le parecería un sicario a nadie que lo viera por primera vez de día y con esa sonrisa tan amigable.- Disociación. -Susurró con una leve sonrisa, aquel termino era común mente utilizado entre asesinos para hablar de aquel tipo de hombre, uno que es capaz de separar por completo la vida con su familia de la vida en su trabajo, al punto que incluso sus cuerpos parecen cambiar. En seguida tomó el teléfono celular desechable que su cliente le había comprado y llamó.- El objetivo no puede ser cazado de día, no se puede matar al Doctor Jenkins por algo que hizo Mister Hyde. -Luego de aquello cortó la llamada, dejó el celular sobre la mesa y salió del lugar camino al parque, algo en ese hombre había hecho que Gabrielle decidiera que no iba a matarlo, no ahora, pero quería aprender más del lugar en el que normalmente se desenvolvía.
Cuando llegó al parque simplemente se sentó en una banca observando como aquel hombre jugaba con su hijo, costaba pensar que ese mismo hombre era el culpable de más de 100 muertes. Se quedó allí tranquila hasta que el objetivo se fue, respiró profundamente y echó su cabeza hacia atrás, las ideas parecían pelear en su mente, el caso que había tomado no era como los que conocía, no quería matarlo de día, tampoco quería matarlo de forma lenta, tal vez podía hacerlo mientras estuviera durmiendo, de esa forma aquel hombre nunca sabría lo que pasó, simplemente dejaría de existir. Finalmente se puso de pie y comenzó a caminar, pero cuando estaba por irse escuchó como alguien le hablaba, dirigió su mirada a esa voz y sonrió.- Claro. -Por alguna razón no le parecía una perdida de tiempo sentarse a jugar ajedrez. Tomó asiento frente al desconocido y observó el tablero, tenía las piezas blancas de su lado lo que significaba que debía comenzar la partida, no era la primera vez que jugaba ajedrez con un desconocido, pero estaba acostumbrada a que su oponente fuese un anciano o una anciana, no un joven.- e2 hacia e4. -Dijo al tiempo que movía su primera pieza, un peón blanco, un soldado de la primera línea de batalla. Gabrielle estaba acostumbrada a muchos tipos de primer movimiento, pero siempre le sorprendía si el jugador contra arrestaba a su primer soldado.
- Tablero para que me entiendas lo de E2 a E4(?):
Invitado
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Invitado
Re: Abierto — ¿Una partidita?
La mirada azul del oso se paseó por todo el cuerpo adverso, como quien analiza a un potencial contrincante que le dará toda la guerra que pueda y, en realidad, ¿no era el ajedrez una batalla? Brett había escuchado, o quizás leído, que muchos reyes en la antigüedad decidían la victoria o la derrota de su ejército según el resultado que marcaban las piezas de dicho juego y por algún motivo se sintió de pronto emocionado porque, sí, bueno, era bastante pacífico en lo que a físicamente se correspondía; no obstante, ejercitar el cerebro de esa forma era algo que le entusiasmaba y que sabía le vendría bastante bien para sus “pequeños” problemas de memoria así que tan sólo dedicó una brillante -aunque aún tímida- sonrisa a la muchacha de larga cabellera oscura y aguardó a que tomara asiento mientras se concentraba en las fichas, dando un barrido rápido a las posiciones que podría tomar así como las que ella pudiera hacer.
Pronto ella movió y efectuó el primer movimiento, desde ese momento todo desapareció de la mente de Khóram para enfocar toda su atención a lo que tenía delante, ignorando el murmullo del viento o el como la plaza parecía mudar sus visitantes cada tanto tiempo. ─ h7 hacia h5. ─ Anunció mientras movía, dejando que la mueca se relajara un poco y sus ojos subieran hasta los más apagados de ella. ─ Ding. ─ Bromeó sin poder contenerlo, incluso haciendo el amago de sonar una campanita con la palma de su mano. ─ Me llamo Brett, encantado de conocerte. ─ Y no mentía, realmente estaba emocionado por conocer a alguien más a parte de Jack o sus compañeros de trabajo porque eso quería decir que no había perdido los dotes sociales que, si bien no es caracterizaran mucho a su especie, a él le parecía que todo gurahl poseía y que, vaya, a él mismo le gustaba poder interactuar con algo más que un libro y los planos que le mandaban en la universidad.
Por otro lado, la joven se veía agradable y jugar al ajedrez era tan buena forma de conocer como cualquier otra, por lo menos esta no tenía nada que ver con el tener que restregarse contra otro ser vivo mientras te ahogas en alcohol, forma de socializar que hasta ahora le causaba algo de rechazo pero que sus compañeros encontraban fascinante. Tiempos extraños. Muy extraños, pero Brett se amoldaba y ya estaba bien.
Su zurda se adelantó por encima de la mesa, tendiéndosela a la chica en forma en saludo mientras volvía a poner esa sonrisa traviesa y a ladear el rostro cual cachorrito. Ella le inspiraba curiosidad debido al olor que traía consigo, algo oscuro y fuerte, como especias que picaban en su nariz suscitándole un gran interés al igual que sus ojos rasgados. Entrecerró sus propios orbes y se reclinó contra la banca hasta apoyar la espalda y echar la cabeza hacia atrás para dejar que los copitos de nieve cayeran sobre su rostro con delicadeza. ─ Te me haces una chica muy curiosa. ─ No pudo reprimir sus palabras por más tiempo, menos esa irrefrenable necesidad de aprender todo lo que pudiera, fuera lo que fuera, y la muchacha que tenía a su frente parecía poseer un rico conocimiento tan sólo por lo que brillaba en sus ojos. Khóram estaba intrigado y su única intención era desvelar el secreto que ella pudiera estar envolviendo entre sus brazos, aunque también era cauto y sabía reconocer cuando alguien buscaba compartir anécdotas sin reservas a los que quizás les costaba un poco más hablar de ciertas cosas, la joven parecía encajar en la segunda categoría pero, ¿sería una mezcla de ambas o podría ella confiarle sus las incógnitas que parecían envolverla como un halo?
O tal vez era que Brett había perdido la cabeza de tanto estudiar y ya comenzaba a desvariar. Todo era posible.
Pronto ella movió y efectuó el primer movimiento, desde ese momento todo desapareció de la mente de Khóram para enfocar toda su atención a lo que tenía delante, ignorando el murmullo del viento o el como la plaza parecía mudar sus visitantes cada tanto tiempo. ─ h7 hacia h5. ─ Anunció mientras movía, dejando que la mueca se relajara un poco y sus ojos subieran hasta los más apagados de ella. ─ Ding. ─ Bromeó sin poder contenerlo, incluso haciendo el amago de sonar una campanita con la palma de su mano. ─ Me llamo Brett, encantado de conocerte. ─ Y no mentía, realmente estaba emocionado por conocer a alguien más a parte de Jack o sus compañeros de trabajo porque eso quería decir que no había perdido los dotes sociales que, si bien no es caracterizaran mucho a su especie, a él le parecía que todo gurahl poseía y que, vaya, a él mismo le gustaba poder interactuar con algo más que un libro y los planos que le mandaban en la universidad.
Por otro lado, la joven se veía agradable y jugar al ajedrez era tan buena forma de conocer como cualquier otra, por lo menos esta no tenía nada que ver con el tener que restregarse contra otro ser vivo mientras te ahogas en alcohol, forma de socializar que hasta ahora le causaba algo de rechazo pero que sus compañeros encontraban fascinante. Tiempos extraños. Muy extraños, pero Brett se amoldaba y ya estaba bien.
Su zurda se adelantó por encima de la mesa, tendiéndosela a la chica en forma en saludo mientras volvía a poner esa sonrisa traviesa y a ladear el rostro cual cachorrito. Ella le inspiraba curiosidad debido al olor que traía consigo, algo oscuro y fuerte, como especias que picaban en su nariz suscitándole un gran interés al igual que sus ojos rasgados. Entrecerró sus propios orbes y se reclinó contra la banca hasta apoyar la espalda y echar la cabeza hacia atrás para dejar que los copitos de nieve cayeran sobre su rostro con delicadeza. ─ Te me haces una chica muy curiosa. ─ No pudo reprimir sus palabras por más tiempo, menos esa irrefrenable necesidad de aprender todo lo que pudiera, fuera lo que fuera, y la muchacha que tenía a su frente parecía poseer un rico conocimiento tan sólo por lo que brillaba en sus ojos. Khóram estaba intrigado y su única intención era desvelar el secreto que ella pudiera estar envolviendo entre sus brazos, aunque también era cauto y sabía reconocer cuando alguien buscaba compartir anécdotas sin reservas a los que quizás les costaba un poco más hablar de ciertas cosas, la joven parecía encajar en la segunda categoría pero, ¿sería una mezcla de ambas o podría ella confiarle sus las incógnitas que parecían envolverla como un halo?
O tal vez era que Brett había perdido la cabeza de tanto estudiar y ya comenzaba a desvariar. Todo era posible.
- (?):
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