Instincts Predator [Privado/Aleksander Lébedev]

El gran deseo de probar la carne, pero no podía ser cualquier tipo de carne, tenía que ser la carne humana. Esa era una maldición para el antiguo ceilican, aquel deseo de carne humana que despertada al menos una vez cada ocho o diez años, era algo incontrolable que no podía ignorar de lo contrario podría terminar siendo un peligro para él mismo y para todo aquel que lo rodee. Todo ese deseo o mejor dicho esa maldición que hacia presencia cada diez años era causada por un evento que ocurrió hacen más de ochocientos años, todo gracias a la primera víctima del Ceilican, la primera persona que este león le arrebato la vida no por defensa personal, sino por orden de su Rey. Una joven y hermosa mujer que el Ceilican termino devorando para ocultar y desaparecer por completo su cuerpo.

Desde ese entonces, el deseo de carne está presente cuando menos se esperaba.

Este día el hambre de Rigaldo había vuelto después de nueve años, por eso él se encontraba en Kadykchan, donde la posibilidad de que hubiese alguien a quien asesinar debía ser prácticamente cero. Pero igual se sentía algo frustrado puesto sabia que el deseo de no lastimar a nadie no era mayor que el hambre que sentía en esos momentos, él caminaba tranquilamente mientras su mano derecho estaba frente a su estomago el cual rugía con gran fuerza, la verdad él ya no sabía qué hacer, en todos estos siglos nunca se había librado de esa hambre con algo tan simple como ignorarla, tenía que saciarla pero la culpa y el remordimiento por cobrar una vida inocente no disminuía sin importar el paso del tiempo.

Al final Rigaldo quien caminaba sin ningún destino se dio cuenta que había terminado en una antiguo sistema subterráneo. El antiguo ceilican recostó su espalda en una columna y luego termino sentándose en el sucio suelo. – Lo siento, sabe que realmente la quería. Pero fue una orden de mi Rey – Comento en un tono de voz muy bajo casi como un susurro posiblemente delirando por el hambre que él sentía. Poco después el Ceilican perdió la conciencia y termino pasando a su forma Ceilinian, la cual era la de un león de color blanco con brillantes ojos plateados. El león blanco no tenia pensamiento alguno, solamente actuaba por instinto el cual le permitía sobrevivir, por eso mismo lo primero que el león haría era saciar su hambre, por eso con su instinto del olfato comenzó a buscar alguna presa para poder alimentarse.

Caminaba sin rumbo fijo aquel día, siempre y como siempre para aquellos de su raza, destinados a vagar por gélidos o desolados lugares en busca de alejarse más del que era el mundo actual, o por lo menos eso era lo que en aquel momento buscaba Aleksander en aquel momento, buscaba alejarse un poco de todo y simplemente relajarse, era por ello que ya llevaba un par de días en Kadykchan, donde sabia no encontraría a nadie y sí era lo contrario, bienvenido sea entonces, tendría alimento gratis.

No era muy común que se alimentará de humanos o cosas similares pero sin duda alguna no había nada mejor que el sabor de la carne humana y lo que más saciaba su hambre y con ello recuperaba tanto energías y como así mismo podía luego estar días sin comer, además que sin duda su instinto predador era superior a él en días.

— Vaya jodida mierda....—


Habló en voz alta cuando caminaba mirando el lugar y una gota de agua había caído sobre su mejilla de una gotera al parecer cerca de la bajada a aquel subterráneo donde había decidido pasar un momento tranquilo según él, pues nadie podría acercarse a semejante ruina, o bueno nadie que no estuviese dispuesto a robar o asesinar tal vez sobre todo en aquel lugar bastante oscuro y alejado del resto donde podría haber más personas o por lo menos un lugar donde solar a alguien más aunque ses de paso.

— ¿Será lo que huelo, es realmente lo que pienso? —


Murmuró para di mismo caminando a paso suave y lento hacia la bajada de aquel subterráneo y sonrió de forma ladina cuando diviso a aquel joven que parecía algo o bastante adormilado apoyado contra aquel pilar hablando para si mismo al parecer pero no lo suficientemente bajo como para no ser oído por él.
Vaya menuda suerte la que tenía aquel día, ese aroma único de aquella especie la conocería donde fuese, eso era lo que pensaba Aleksander quién se había dedicado a observar con atención al joven parlanchín.... Como ya le había denominado a quién se encontraba al parecer en una especie de trance.

Pensó un momento en acercarse pero al diablo dijo, no haría ello. hace mucho no socializaba y menos lo haría según él con alguien que hablará solo, según él eso era de enfermos, pero no se daba cuenta que todos alguna vez lo habían hecho incluyéndose. Fue así como sin más prefirió alejarse del lugar y emprender camino más al interior del subterráneo manteniendo su forma humana, no era como sino le agradará el transformarse y tomar su verdadera forma, pero en lugares estrechos no le gustaba, se sentía como un ave en una jaula y odiaba esa sensación por lo que simplemente cargaba con él algunas cosas en un bolso pequeño, con el cual de vez en cuando le ayudaba a cometer el crimen perfecto para saciar su hambre y sed y eso es lo que haría, había logrado olfatear a lo lejos en aquel subterráneo el perfume escaso de una mujer y hacia ella se dirijio él con una sola intención y era alimentarse.